José Martínez Fernández
jueves, octubre 08, 2009 a las 7:21:37, Hora de Chile
Hace pocos días Argentina recordó a los caídos en la guerra de las islas Malvinas (1982).
Los gringos (los de Inglaterra) acostumbraban durante siglos tomarse grandes territorios de diversos países.
De África fundamentalmente.
Era la costumbre europea de hacerse ricos con tierras ajenas, lo que hoy en Chile conocemos como la tesis del “saneamiento”, reimplantada por el dictador Pinochet en 1979 y que el gobierno de Bachelet acepta para todos…menos para los mapuche.
A ellos la policía los corre a balazos, a palos e incluso los asesina.
El decreto pinochetero-concertacionista tan reciente, tiene sus raíces en los países que usurparon -a través de las invasiones- tierras para apoderarse de ellas al verlas poco habitadas.
Seguramente por ello apoyó al Reino Unido en su lucha contra Argentina.
Pinochet era un personaje tan siniestro con los países vecinos como con muchos de sus ciudadanos.
Es decir territorio poco o nada poblado…era de quien llegara y se quedara con él. Es decir se “legalizaba” lo robado.
Inglaterra gozaba con hacerse de grandes porciones de tierras muy ricas y no tanto.
Pero no conforme con ello, empezaron a anexarse territorios más pequeños y también muy lejanos.
Así hace casi dos siglos (en 1833, exactamente) se hicieron de las islas Malvinas y hasta le cambiaron nombre.
Un territorio pequeño, al sur de América, más cerca de Argentina y que ese país –con justicia- ha reclamado como suyo.
El problema está en el Poder Militar. Es decir: en el Poder de la Bota… y la Bota, se sabe, no piensa.
En este caso el dueño de la Bota es el Reino Unido…
Ya vimos como en esa guerra planteada por un dictador argentino, más para su “gloria personal” que por la dignidad de Argentina, llevó a la muerte a varios cientos de jóvenes transandinos.
Una vez escuchamos a Leonardo Favio una frase: “En la guerra mueren solamente los jóvenes”.
Así es.
La paranoia del dictador y las armas de la “mujer de hierro” causaron una tragedia de proporciones. Ser de hierro significa no tener corazón, hecho suficiente para que la Primer Ministro del Reino Unido mandara a los tristemente famosos gurkas…primitivos criminales…
Sabemos ahora que el próximo mes la Presidenta de Argentina irá al Vaticano y seguramente le dirá al Papa el problema bicentenario que tiene su patria.
El Papa la escuchará.
Es medio sordo, pero la escuchará…prometerá soluciones al problema…
El Papa es un buen diplomático y le señalará caminos.
La señora K es inteligente, por ello no se comerá el cuento del jefe de la Iglesia Católica Mundial.
Las iglesias, al fin de cuentas, no sólo deben rendirle cuentas a dios…sino que también al diablo.
Los latinoamericanos no haremos fuerza por un país que tiene ese tipo de conflicto.
Simplemente nos haremos los sordos.
Pero dignos seríamos si apoyáramos a Argentina en ese dilema, como a otros pueblos hermanos en casos similares. Aquí no se trata de que Argentina tenga tal o cuál gobernante…se trata de la dignidad no sólo de ese país, sino que de la dignidad de Américalatina.
(Publicado hoy en CINOSARGO, revista cultural chilena.
Publicado, también, en REDACCIÓN POPULAR, diario digital argentino).
jueves, 8 de octubre de 2009
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